Por no encontrar insumos en la Argentina, Marco Mulassano produce materiales con recetas clásicas del 1500; tiene un equipo de cuatro personas y restaura propiedades.
Stucchi italiani es una empresa fundada hace 12 años por Marco Mulassano, un italiano de un pequeño pueblo de 2800 habitantes en el Piamonte, que llegó a Córdoba hace dos décadas y, tiempo después, encaró un emprendimiento que innovó en materia de pinturas decorativas, al combinar sus estudios de Bellas Artes y su experiencia en restauración en Italia -y las disponibilidades materiales en la Argentina-.
Mulassano comenzó estudiando literatura, porque le gustaba leer y escribir, pero terminó volcándose a las Bellas Artes. “Pasaba más tiempo en las galerías de arte o pintando que estudiando”, dice. Después le surgió un trabajo de pintor de obra, lo pusieron a cargo de un equipo. Se obsesionó con las técnicas antiguas, del 1300 al 1500, y entró en contacto con un restaurador. “Trabajé con él en restauración de iglesias y también en una empresa de Torino especializada en estucos venecianos -una técnica del renacimiento italiano que utiliza una mezcla con cal para decoraciones-”, cuenta.
Llegó a la Argentina después de haberse casado con una cordobesa que conoció en Italia y, si bien se radicó pensando en encarar un negocio relacionado con el arte, no sabía bien qué. Mulassano recuerda que como no hablaba ni escribía castellano, entre octubre de 2004 y los primeros meses del año siguiente se la pasó frente al televisor, mirando la serie Casados con hijos: “Para entender un poco cómo era la cosa”. En marzo empezó a cursar un terciario de Diseño de Interiores.
“Aprendí a hablar correctamente, a exponer, sumé áreas a la formación que traía -señala-. A comienzos de 2008 nació mi hijo y me surgió la posibilidad de trabajar para una empresa de iluminación, para atender estudios de arquitectura, asesorar en proyectos de iluminación, y así empecé a relacionarme más con lo que había estudiado”.
Por el contacto con los arquitectos Roger Berta y Sara Bongiovanni empezó a redactar artículos sobre iluminación, su efecto escenográfico, las nuevas tendencias. “Así, en Córdoba, también cumplí mi sueño de escribir”, dice.
Por un comentario suyo sobre su formación, una clienta importante del negocio donde trabajaba le pidió que haga un estuco veneciano en su casa -la técnica que había aprendido en Torino-, y así empezó a trabajar en ese oficio, a fines del 2012. “Era todo muy complejo. No se podía confiar en un proveedor, no había estabilidad, la importación estaba complicada -precisa-. En Italia estaba acostumbrado a locales con góndolas completas de material para estucado, pero como acá era una limitación, decidí innovar, ya que la idea era hacer algo diferenciador. Como en mi país había trabajado mucho con la cal, empecé a investigar, iba a las canteras, y así hice distintos desarrollos”.
Mulassano, quien participó en varias ediciones de Casa FOA, asegura que mezcló su experiencia con lo nuevo. Experimentó con una receta del arquitecto italiano Andrea Palladio, del 1500, mezclando cal, aceite de linaza y marmolina, y ensayó en su propia casa. No sabía qué nombre darle hasta que escribió en un rincón de la bacha “Stucchi italiani”.
Sostiene que los comienzos fueron muy duros. “En lo personal, me separé. En lo laboral, nadie entendía. Explicaba y me miraban como diciendo qué es eso. Llevó tiempo, no tenía recursos. Iba a las obras en remis y el dinero era el justo para comprar las herramientas. Fueron noches de cenar pan criollo con aceite y sal, pero estaba focalizado en mi objetivo”.
En el 2016, la convocatoria de un arquitecto para hacer un estuco al fuego en una casa de un country marcó un punto de inflexión: “Pasó mi nombre y me empezaron a buscar. Fui evolucionando. Produzco mis propios materiales, algunos naturales y otros con aditivos. Capacité gente y hoy tengo un equipo de cinco personas con los que trabajo”. Hoy hacen en promedio cuatro trabajos por semana.
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