Para lograr superficies pulidas, si bien hoy también se apela a soluciones acrílicas, la cal vuelve a cobrar vigencia de la mano de la bioarquitectura, en pleno auge en todo el mundo.
Cuántas veces nos detuvimos fascinados por la belleza de las antiguas decoraciones murales y cuántas nos descubrimos acariciando esos acabados, perfectamente lisos y brillosos, sorprendidos por la variedad de matices, texturas, colores, y por la refinada elaboración de los detalles pintados y la historia que representan.
Noble cal. La cal representó desde el origen del hombre el material noble por excelencia, para la construcción y los acabados decorativos. Una vez calcinada la piedra caliza en hornos especiales, con temperaturas entre los 800 y 1.000 grados centígrados, se obtiene la cal viva utilizada habitualmente en la construcción. Pero lo que realmente interesa es el lento proceso de carbonatación que sigue a la aplicación del material. Una vez apagada y en contacto con el aire, la cal vuelve a transformarse en piedra caliza incorporando todos los elementos naturales que se le agregaron. Esta es la razón por la cual hoy todavía disfrutamos, por ejemplo, de los frescos de la Capilla Sixtina.
Los requerimientos constructivos hicieron que su uso evolucionara en su composición y terminaciones. Los romanos la utilizaban mezclada con ceniza volcánica para formular la cal hidráulica, capaz de fraguar en presencia de agua y óptima para la aislación de tanques de agua, acueductos y zonas húmedas.
En la decoración de paredes fue extensamente utilizada, sobre todo en interiores, mezclada con polvo de mármol o yeso, según el resultado deseado. De la unión de la cal con materiales inertes diferentes, pigmentos naturales, resinas, sustancia oleosas y ceras, nacieron los que hoy conocemos como stuccos veneziano, mantovano, romano, marmorino y lucido.
En Córdoba. La versatilidad de la cal y la facilidad para encontrar los materiales naturales hizo que los inmigrantes europeos mantuvieran viva en Córdoba y en la Argentina la tradición artística de sus antepasados renacentistas, decorando las zonas sociales de sus viviendas, con estucados de elevado valor estético. A pesar del indiscriminado desarrollo inmobiliario es todavía posible encontrarnos con estucados al fuego con más de 100 años, perfectamente íntegros y todavía brillosos.
El retorno. En Europa es ya todo un éxito: la cal vuelve con los nuevos valores impulsados por la bioarquitectura, en pleno apogeo en todo el mundo y los baños representan el lugar ideal donde más se aprecian sus propiedades químicas, físicas y decorativas. La cal es un elemento vivo y sano, por lo cual el original estucado sin componente acrílico vuelve a ser moda a favor de ambientes más saludables y naturales.
Un elemento vivo y sano
Por su alcalinidad, la cal impide la proliferación de bacterias y moho, y por su característica transpirabilidad de la superficie, equilibra cualquier espacio con la correcta dosis de humedad ambiental.
Para crear o restaurar
La técnica
Por lo general, el estucado sigue las reglas de la pintura al fresco tradicional del 1300, con la aplicación de dos capas de cal apagada de distintos espesores, mezclada con polvo de mármol. La capa final recibe la pintura en los paños, trazado con un estilete al fin de reproducir el rejuntado de las placas de mármol, donde cada “Maestro” reproduce con pinceles la variedad de las piedras decorativas, con colores y vibraciones diferentes. Una vez seca, se pinta la superficie con una sustancia jabonosa y se plancha con hierros calientes, para lograr el notable brillo. La carencia de mano de obra especializada, la ignorancia estética e histórica hicieron que muchos de los estucados se perdieran para siempre, destruidos con remodelaciones inoportunas, revestidos con cerámicos o pintados con látex sintéticos.